miércoles, 27 de marzo de 2019

Cristina Iglesias


Cristina Iglesias nació en San Sebastián en 1956 en el seno de una familia con grandes inquietudes culturales. Leía mucho y le gustaba ir al cine y, aunque empezó a cursar la carrera de Ciencias Químicas, pronto se dio cuenta que esa no era su verdadera vocación, lo que la llevó a abandonar la facultad y a trasladarse a Barcelona para estudiar dibujo y cerámica entre 1977 y 1979.
Su pasión por las piezas tridimensionales comenzó cuando empezó a trabajar el barro, pero la necesidad de encontrar nuevos lenguajes la llevó a Londres para matricularse en la Chelsea School of Art. Fue precisamente en Londres donde conoció al que se convertiría en su esposo, el escultor madrileño Juan Muñoz. El matrimonio tuvo dos hijos, Lucía y Diego, y constituyó un sólido tándem creativo hasta el repentino fallecimiento del artista, en agosto del 2001.
Las obras de Cristina Iglesias reflejan, en general, un vocabulario estético que está basado en el uso de diferentes materiales como hormigón, alabastro, resina, hierro, o cristal que a veces se combinan con motivos vegetales como el bambú o la hojarasca y diferentes técnicas que delatan el interés de la artista por el espacio, la arquitectura, la literatura y la geología.
Cristina Iglesias se dio a conocer en la primera mitad de la década de los ochenta y su consagración internacional llegó en la década de los noventa donde ya pudieron verse algunas de sus obras  en prestigiosos en museos como la Kunsthalle de Berna (Suiza), en la galería de la Universidad de York, en Toronto (Canadá), en la Exposición Universal de Sevilla (1992), en el pabellón español de la Bienal de Venecia, o en el Carnegie Institute, en Pittsburgh (Estados Unidos). El Museo Guggenheim de Nueva York, por su parte, le dedicó una muestra en 1997, que un año más tarde llevaría al Guggenheim de Bilbao, el Palacio de Velázquez de Madrid  y Chicago.
Tras nueve años de silencio Cristina Iglesias reapareció en el año 2007 con su puerta escultura para la ampliación del Museo del Prado, su primera obra pública en España.
En el 2013 el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía alojó una exposición antológica, conformada por más de cincuenta piezas, que supuso la mayor retrospectiva que se ha realizado hasta la fecha de esta artista, desde sus inicios hasta la actualidad. Creaciones que generaron sugerentes mundos ficticios y abandonan sus fines utilitarios para convertirse en escenografías. Intersecciones entre lo natural y lo cultural, sombras, cascadas, remolinos y follajes, en las que la idea de refugio resultó la metáfora más recurrente.
Recientemente se ha inaugurado en Toledo el proyecto “Tres Aguas” consistente en tres intervenciones urbanas con el agua como elemento principal que, según la propia autora, nació con la intención de volvernos a recordar que las tres culturas convivieron en paz y la obra referencia «la memoria de la ciudad, la geología del lugar, la estratificación de la cultura y del terreno con esos bajorrelieves que aparecen debajo de lo que pisamos. Con un juego con el tiempo que marca el ritmo del mirar.
La Escultora donostiarra tiene obras en museos y colecciones de todo el mundo; entre ellos, el Centro Nacional de Arte y de Cultura Georges Pompidou de París, la Fundação Serralves de Oporto, el Solomon R. Guggenheim Museum de Nueva York, el Museum and Sculture Garden de Washington, D.C., el Irish Museum of Modern Art (IMMA) de Dublín, el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA), el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) de Madrid y la Tate Gallery de Londres.