Cristina Iglesias nació en San Sebastián en 1956 en el
seno de una familia con grandes inquietudes culturales. Leía mucho y le gustaba
ir al cine y, aunque empezó a cursar la carrera de Ciencias Químicas, pronto se
dio cuenta que esa no era su verdadera vocación, lo que la llevó a abandonar la
facultad y a trasladarse a Barcelona para estudiar dibujo y cerámica entre 1977
y 1979.
Su pasión por las piezas tridimensionales comenzó cuando
empezó a trabajar el barro, pero la necesidad de encontrar nuevos lenguajes la
llevó a Londres para matricularse en la Chelsea School of Art. Fue precisamente
en Londres donde conoció al que se convertiría en su esposo, el escultor
madrileño Juan Muñoz. El matrimonio tuvo dos hijos, Lucía y Diego, y constituyó
un sólido tándem creativo hasta el repentino fallecimiento del artista, en
agosto del 2001.
Las obras de Cristina Iglesias reflejan, en general, un
vocabulario estético que está basado en el uso de diferentes materiales como
hormigón, alabastro, resina, hierro, o cristal que a veces se combinan con
motivos vegetales como el bambú o la hojarasca y diferentes técnicas que
delatan el interés de la artista por el espacio, la arquitectura, la literatura
y la geología.
Cristina Iglesias se dio a conocer en la primera mitad de
la década de los ochenta y su consagración internacional llegó en la década de
los noventa donde ya pudieron verse algunas de sus obras en prestigiosos en museos como la Kunsthalle
de Berna (Suiza), en la galería de la Universidad de York, en Toronto (Canadá),
en la Exposición Universal de Sevilla (1992), en el pabellón español de la
Bienal de Venecia, o en el Carnegie Institute, en Pittsburgh (Estados Unidos).
El Museo Guggenheim de Nueva York, por su parte, le dedicó una muestra en 1997,
que un año más tarde llevaría al Guggenheim de Bilbao, el Palacio de Velázquez
de Madrid y Chicago.
Tras nueve años de silencio Cristina Iglesias reapareció
en el año 2007 con su puerta escultura para la ampliación del Museo del Prado,
su primera obra pública en España.
En el 2013 el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
alojó una exposición antológica, conformada por más de cincuenta piezas, que
supuso la mayor retrospectiva que se ha realizado hasta la fecha de esta
artista, desde sus inicios hasta la actualidad. Creaciones que generaron
sugerentes mundos ficticios y abandonan sus fines utilitarios para convertirse
en escenografías. Intersecciones entre lo natural y lo cultural, sombras,
cascadas, remolinos y follajes, en las que la idea de refugio resultó la metáfora
más recurrente.
Recientemente se ha inaugurado en Toledo el proyecto
“Tres Aguas” consistente en tres intervenciones urbanas con el agua como
elemento principal que, según la propia autora, nació con la intención de
volvernos a recordar que las tres culturas convivieron en paz y la obra
referencia «la memoria de la ciudad, la geología del lugar, la estratificación
de la cultura y del terreno con esos bajorrelieves que aparecen debajo de lo
que pisamos. Con un juego con el tiempo que marca el ritmo del mirar.
La Escultora donostiarra tiene obras en museos y
colecciones de todo el mundo; entre ellos, el Centro Nacional de Arte y de
Cultura Georges Pompidou de París, la Fundação Serralves de Oporto, el Solomon
R. Guggenheim Museum de Nueva York, el Museum and Sculture Garden de
Washington, D.C., el Irish Museum of Modern Art (IMMA) de Dublín, el Museo de
Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA), el Museo de Arte Moderno (MoMA) de
Nueva York, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) de Madrid y
la Tate Gallery de Londres.